No resulta tan fácil como la gente cree, que las mujeres homosexuales salgan a la luz pública. La discriminación y la violencia contra ellas las frenan.
Stella Pinzón, Gestora cultural y defensora de Derechos Humanos
Antes de salir del clóset, Stella Pinzón, de 51 años, al igual que muchas
otras mujeres se casó. Por razones de tipo religioso, moral y por la presión
familiar terminó cediendo y se unió a un hombre del que se separó cuando estaba
embarazada de su hija, hoy, una profesional de 28 años.
"Fue el ‘acabose’ total. Me casé en contra de mi voluntad, por tener a mi
familia contenta", expresa Stella, con esa voz suave que se vuelve fuerte cuando
protesta contra los atropellos.
Entonces, agrega, me separé y vivo mi vida como quiero vivirla.
Asumir su homosexualidad fue una experiencia muy dura, confirma. "A los 18
años, empiezo a querer vivir mi vida e inicia esa lucha con mi familia: mi papá
me insultaba, me trataba mal, sentí el rechazo de todos mis familiares. Pero
antes, fue la lucha conmigo misma, con los principios moralistas y religiosos
que le inculcan a uno desde niña: a a las mujeres se nos programa para proteger,
ser madres y todo lo que la tradición judeocristiana va transmitiendo a través
de todas las generaciones”.
Por fortuna para ella, su ex marido, un extranjero, después de mucho diálogo
y concertación asimiló su condición sexual y aceptó después que la niña se
quedara con Stella.
Desde entonces, esta gestora cultural ha tenido relaciones estables con tres
parejas con las que ha durado quince, diez, y ocho años. Una de ellas, cuenta,
no podía decir a la luz pública que era lesbiana porque era profesora de un
colegio católico.
De acuerdo con Pinzón, las familias homoparentales no necesariamente dan
hijos gay. En cambio, resalta, sí forman hijos más independientes, tolerantes,
respetuosos de las diferencias porque uno les enseña la no discriminación y el
respeto por la diferencia.
Claudia Patricia Cardona, Higienista oral, administradora
De adolescente Claudia se vestía como niño: camiseta por dentro, camisa por
fuera, cabello corto. Hoy "me visto como mujer, con mis tacones altos, mis
blusas, mis accesorios, normal, muy femenina". Por su imagen, hay gente que
luego de enterarse de que es gay le dice, “no se te nota”. Ella solo les
responde, bromeando, es que eso no está en la ropa, sino en otro lado.
Es que, la gente tiene la creencia, agrega Claudia, que todas las lesbianas
son feas, amachadas y no, hay lesbianas muy bonitas, muy delicadas, femeninas y
por eso, a los hombres les parece imposible, no lo aceptan.
Cuenta Claudia, que poco es hoy, objeto de discriminación por su condición
homosexual, en cambio, hace algunos años sí.
Trabajaba en ese entonces como secretaria. En fines de semana acostumbraba
con sus compañeras de trabajo a salir a tomar una que otra cerveza con su jefe y
otros empleados.
Una día, continúa su relato, cuando llegué, el jefe me llama a la oficina y
me dice que debía salir con él a hacer algo diferente que a tomar una cerveza,
pues tenía en su poder una fotografías mías que podía usar en mi contra, en la
empresa. Eran unas fotos mías, que alguien le envió a él, saliendo de la
Discoteca Madonna con mi pareja de ese entonces. "Me tocó, entonces quedarme sin
trabajo".
En la actualidad, sostiene el panorama ha ido cambiando, es diferente el
trato de algunas personas con las mujeres homosexuales.
Al notar por ejemplo, en la empresa, que a una empleada solo la llama por
teléfono una mujer y que la recoge en la oficina la misma mujer, durante una
actividad recreativa, como un asado, terminan preguntándole, ¿tú eres gay? "Uno
les responde sí, y se convierte entonces en el punto de atención: ‘¿y cómo se
conocieron? ¿Cuánto tiempo llevan? Se sostiene una conversación normal, como
cuando otra mujer tiene una pareja hombre”.
A mí, asegura Claudia, nunca me discriminaron en la universidad (Univalle) y
desde hace mucho tiempo, tampoco en mis sitios de trabajo.
En este momento Claudia no tiene pareja y asegura que quiere permanecer así,
ya que por su trabajo, trasnocha muchísimo, entonces tendría que encontrar una
mujer madura, nada celosa, pues "yo vivo rodeada de mujeres, hallar una pareja
que no crea que yo me voy a interesar en todas, porque cuando hay tanto celo de
por medio no hay armonía, estabilidad, entonces es mejor la soltería”.
Katherine Rengifo, Empleada de una discoteca
Katherine trabaja atendiendo la barra de Mulata Discotek, en el norte de la
ciudad.
Comenta que desde muy chica supo que le gustaban las niñas, pero decidió
salir del armario a los 14 años. La primera en saberlo fue su prima hermana y
luego su mamá, quien en un principio creyó que era mentira, que se trataba de
una broma de su hija.
Su progenitora se encargó de contarle sobre el asunto a su marido. “Mi papá
se enojó muchísimo, hubo muchos conflictos, por eso a los 16 años me fui de la
casa”.
Antes, fue enviada por su familia donde una sicóloga cristiana que le
aconsejó hacerse un exorcismo “porque yo tenía demonios”.
Admite que, por curiosidad, quiso tener novio, “y me daba fastidio, no me lo
soportaba cerca. Eso no era lo mío. Probé con una niña y me gustó. Fue en el
colegio”.
Cuando en el colegio se enteraron de su condición sexual al descubrirle una
carta de amor que le había escrito a ella una niña, sus compañeras le dejaron de
hablar por años. “Ni siquiera el día de la graduación me hablaron”, recuerda
esta joven con cara y sonrisa de niña. “Me aislaron completamente, solo tres
compañeras me quedaron de amigas”.
Recuerda Katherine, que ella no acostumbraba a mostrarse entre sus compañeros
de labores como lesbiana. Pero en una ocasión, trabajando en una empresa de
envíos, una de sus compañeras se dio cuenta de su condición, porque la vio
hablando con su novia por Blackberry. “Me preguntó al respecto, y le dije que
sí, que sí era homosexual. Pero el trato de ella hacia mi, no cambió”.
Hasta los 18 años trató de ser discreta con relación a su condición sexual.
Después decidió mostrarse sin tapujos: “mis fotos con mi novia las subo a
Facebook, hasta recibo críticas por eso. Me dicen ¿A usted no le da pena eso?
Guárdese eso para usted, no todo el mundo tiene que saber su vida. Y a mí
ocultar esto me parece una tontería. Quien me quiere me acepta como soy, pues
soy de las que piensa que no hay que aceptar a la gente por sus preferencias
sexuales sino por lo que uno es como persona”.
Desde niña salió del clóset
A los 11 años Claudia Patricia Cardona, administradora de Mulata Discotek,
reunió a su familia y le reveló que le gustaban las mujeres. A esa edad ya se
había besado con una vecina de 24 años. Entonces le prohibieron salir,
demandaron a la vecina, la enviaron al sicólogo, quien concluyó que ella tenía
las cosas claras, que sin embargo, tuviera la oportunidad de tener novio. ”Y los
tuve, pero tener novio me aburría, no me gustaba”.
Su papá pronto la aceptó, pero su mamá y sus tías “me hicieron la guerra”.
Decían que su lesbianismo era cosa del demonio y la llevaron a la iglesia a que
le echaran agua bendita, a que la exorcizaran, “pero yo nada, no cambié, tenía
mi vida”.
A los 12 años le pusieron matrícula condicional en el colegio porque la mamá
de una noviecita le encontró a la niña una carta de amor. Me estigmatizaron,
“ella es pecadora, le gustan las mujeres” y a las compañeras les prohibieron que
se le acercaran, “me aislaban en el bus, en el recreo”, pero, dice Claudia
riendo, “la discriminación me hizo más popular”.
Aún permanecen en el armario
Katherine Rengifo, caleña, delgada, cara de niña, 20 años. Ocultó su
homosexualismo ante su familia hasta los 14 años , lo que fue motivo de muchos
conflictos, por eso a los 16 se fue de casa, pues la tildaban de “cochina” y le
negaron la universidad. En círculos no cercanos, por ejemplo, en lugares de
trabajo, no acostumbraba a divulgar su condición sexual “porque aún la gente es
muy cerrada”. Pero hoy ya es más abierta, asegura.
Manifiesta esta risueña empleada de Mulata Discotek, que su primera pareja la
tuvo a los 16 años, una mujer de 33 años que nunca ha salido del clóset. A mí,
dice entre risas, “me presentaba como su primita”. Con ella duró dos años.
Agrega que conoce muchas lesbianas aún en el armario, “no dejan ni que les
tomen fotos en la discoteca”, incluso, son mujeres casadas que dicen que de
“jóvenes se reprimieron”.
Mujer con mujer, ¿Más fácil?
Lesbianas consultadas por El País aseguran que le resulta más sencillo a la
mujer homosexual salir del clóset porque por la cultura machista y patriarcal de
nuestra sociedad, del hombre se espera más: el macho, el fuerte, el que va a
continuar con el apellido, el objeto de orgullo.
Además, dicen, las manifestaciones de afecto entre ellas en público son,
socialmente, más aceptadas que las de los hombres gay. Mientras las de dos
chicas resultan, especialmente para los hombres, divertidas y sensuales, las de
ellos, grotescas.
”Sólo recordemos las palabras del senador Roberto Gerlein el año
pasado”, acota el docente y sicólogo Andrés Castelar.
Cuenta Claudia Patricia Cardona, líder de mujeres lesbianas, que algunos
hombres en su afán de cumplir sus fantasías incitan a sus cónyuges
heterosexuales a hacer tríos. Entonces, ellas viven experiencias lésbicas y
terminan abandonando a sus maridos.
Otros hombres, agrega Cardona, sienten que la sexualidad femenina es muy
compleja y que ellos no son capaces de tener satisfechas a sus mujeres, que por
eso aceptan que ellas tengan una amante lesbiana. “Ellos prefieren tener mejor
una mujer como rival que a un hombre y no saben que la mujer como rival es más
fuerte“, asegura Cardona
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